Opinión

¿Fiesta?

¿Fiesta?

Los mismos sectores que auspician el abuso y la coerción de clase y que han felicitado al gobierno actual por desplegar la brutalidad policial, servirse de las ejecuciones extrajudiciales y exhibir entre sus realizaciones la deportación masiva de haitianos, muchas veces después que estos indocumentados han realizado trabajos no pagados por los empleadores, son los que dan calor al montaje de la Cumbre y buscan público para la otra fiesta, la del Metro de Santo Domingo.

Algunas instancias de poder, utilizan voceros distintos (la Iglesia, por ejemplo, asigna obispos diferentes en cada instancia), otras  (es el caso del Poder Legislativo y su representación) ni siquiera se ocupan de cambiar los rostros y las voces para el coro. Los mismos legisladores que se muestran partidarios del abuso hacen propaganda a la Cumbre y vociferan en la fiesta del Metro… Es el colmo del oportunismo y la más grosera manifestación de la estafa política.

El salario nominal congelado y el salario real en progresiva disminución, forman una situación en la cual el acceso a los bienes y servicios se torna cada vez más difícil para los hombres y mujeres con ingresos fijos (médicos, docentes y servidores públicos). En contraste, legisladores, jueces, secretarios de Estado y altos funcionarios que cuentan con el apoyo del Presidente de la República y la protección de los sectores oligárquicos, disponen para sí mismos aumentos de sueldo e incentivos que incrementan de manera significativa su ingreso mensual.

¿Cuál es el calificativo preciso para un sistema político que pone sello de legalidad al parasitismo y protege a quienes saquean el erario?

El evento organizado por los bien pagados asesores del presidente Leonel Fernández, lleva por nombre “Cumbre por la Unidad Nacional para Enfrentar la Crisis Mundial”. Si el Gobierno cumplirá los acuerdos o si echará en saco roto las mejores recomendaciones, es pregunta ingenua.

Con los debates en desarrollo, el sueldo del secretario de Medio Ambiente (el ex vicepresidente Jaime David Fernández Mirabal) es llevado de 85,000 a 200 mil pesos, el de los subsecretarios a su servicio de 60,000 a 175,000, y el de los directores generales de 52 a 85,000. Ésos están de fiesta, no así sus subalternos, quienes perciben bajos sueldos.

¿Fiesta por el montaje de la Cumbre? ¿Fiesta por la inauguración del Metro? No,  fiesta en la que no cabe el 75%  de los trabajadores de este país, que perciben sueldos y salarios inferiores a los 17 mil pesos. Con ese ingreso de miseria, pagan de manera obligada el  alto costo del Metro. Lo pagan al adquirir combustible para cocinar (que escasea por falta de los recursos que en buena medida se ha tragado el Metro), al procurar atención médica y al comprar alimentos.

Son fiestas montadas para  minimizar en la percepción de la gente una situación de miseria. 179 mil niños y jóvenes abandonaron las aulas el año pasado, y hay reportes de que miles no reciben clases por falta de aulas.

En lo que a empleo se refiere, decenas de trabajadores son suspendidos cada día  por recortes en los gastos, cierre temporal o permanente de empresas, o sencillamente porque demandan que se les reconozca el derecho a organizarse en sindicatos.

Leonel Fernández y sus asesores organizaron la cumbre con fines nada limpios.

Uno de ellos es dar aparente fundamento político a su alianza con figuras y  grupos de la mal llamada oposición, cuya adhesión al sector oficialista fue comprada. El otro fin es presentar, a nivel nacional e internacional, el sistema político en general y el Gobierno y la figura presidencial en particular, como entes de negociación y de paz, cuando ha hecho escándalo la muerte de cientos de civiles a manos de patrullas de la Policía.

En medio de la Cumbre, de la fiesta del Metro y de los anuncios de reuniones entre el  Presidente y los empresarios, siguen las ejecuciones extrajudiciales, y los reconocimientos de entes del poder temporal y del poder temporal al jefe de la Policía Nacional, Rafael Guillermo Guzmán Fermín, premiado por su trayectoria represiva con ascensos y luego con medallas.

 Nada hay, pues, para celebrar. Es la fiesta del derroche, la sinrazón, la impunidad y el clientelismo. La fiesta de la desvergüenza, sin duda.

El Nacional

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